Si bien la literatura publicada sobre el tema de los trastornos asociados al latigazo cervical (WAD, por sus siglas en inglés) es amplia, todavía es un misterio el por qué algunas personas pueden salir ilesas de una colisión de vehículos motorizados y otras experimentan síntomas crónicos, persistentes, e incapacitantes. Un área en la que los investigadores han centrado sus esfuerzos en los últimos años es en la medida en que se produce una lesión nerviosa durante un evento de latigazo cervical y, cuando ocurre, si es detectada temprano en el curso del tratamiento.
Tradicionalmente, los pacientes con WAD son clasificados de la siguiente manera: WAD I—dolor, rigidez, o sensibilidad en el cuello como única dolencia sin hallazgos en el examen físico (rango de movimiento completo y sin protección muscular ni sensibilidad en el examen); WAD II—dolor, rigidez, o sensibilidad en el cuello con signos de lesiones en los tejidos blandos, pérdida del rango de movimiento (ROM) y/o sensibilidad puntual en el cuello (ej., una lesión en el cuello por esguince/distensión); WAD III—dolor, rigidez, o sensibilidad del cuello junto con signos neurológicos, déficits sensoriales, debilidad motora y/o reflejos tendinosos profundos disminuidos o ausentes; WAD IV—dolor, rigidez, o sensibilidad del cuello junto con dislocación o fractura con o sin lesión de la médula espinal.
Como es de esperarse, las pautas de tratamiento pueden variar según la calificación del WAD. Una revisión sistemática de 54 estudios que incluyeron a más de 390.000 pacientes con WAD y 900 personas sin antecedentes de WAD (que sirvieron como controles) concluyó que este sistema de clasificación puede necesitar una actualización. Los investigadores encontraron que alrededor de un tercio de los pacientes con WAD II—el nivel de WAD más común—mostraba signos de dolor neuropático, aunque no habían sido diagnosticados como tal.
Los autores enfatizan la importancia de un cuidadoso examen clínico INICIAL, ya que la presencia de lesión/patología nerviosa puede alterar las recomendaciones de tratamiento dadas al paciente con WAD agudo, como el método de esperar y observar que se recomienda comúnmente después del examen inicial. Los investigadores señalan que, en comparación con otras afecciones de dolor crónico, las personas con dolor neuropático experimentan una mayor interferencia con la tolerancia a la función y la actividad, así como peores evaluaciones de calidad de vida y bienestar emocional—cada una de las cuales está asociada con un mayor riesgo de cronicidad.
Los médicos quiroprácticos están capacitados en el diagnóstico y manejo de WAD utilizando un enfoque multimodal que abarca la manipulación de la columna y las extremidades, la movilización, y otras terapias manuales; entrenamiento con ejercicios adaptado al paciente individual; asesoramiento nutricional para reducir la inflamación y promover la curación; varias modalidades de terapias físicas que incluyen ultrasonido, estimulación eléctrica, láser y campo magnético pulsado; acupuntura y/o punción seca; y más. En casos más severos, los médicos quiroprácticos también pueden administrar el tratamiento junto con el médico, especialista, u otros proveedores de atención médica del paciente.