Los trastornos asociados al latigazo cervical (WAD, por sus siglas en inglés) es un término que describe el conjunto de síntomas que pueden surgir de una lesión causada por la aceleración y desaceleración repentina de la cabeza y el cuello, que se observan con mayor frecuencia en una colisión de vehículos motorizados. Las lesiones por latigazo cervical se clasifican en cuatro niveles: WAD I (ninguna/dolencias mínimas/lesión); WAD II (lesión de tejidos blandos—lesión de músculos/tendones y/o ligamentos); WAD III (lesión nerviosa); WAD IV (fractura). La investigación actual sugiere que entre el 20 y el 50% de los pacientes con WAD continuarán experimentando algún grado de dolor y discapacidad que interfieran con su vida un año después de su lesión inicial. Varios estudios han tratado de descubrir por qué algunos pacientes desarrollan WAD crónica (o cWAD) mientras que otros se recuperan por completo.
Entre los factores de riesgo asociados con cWAD, una mayor intensidad del dolor inicial y puntuaciones de discapacidad iniciales más altas—que son indicativos de una lesión más grave—son dos de los más importantes. Por lo tanto, un paciente con WAD II tiene un mayor riesgo de síntomas crónicos que el paciente con WAD I. Asimismo, los pacientes con WAD III tienen un mayor riesgo de sufrir dolor crónico y discapacidad que aquellos con WAD II. Con respecto a las características físicas, las personas con un cuello más delgado y menos musculoso tienen un riesgo elevado de sufrir lesiones más graves, al igual que aquellas con músculos del cuello más débiles, artritis en la columna cervical y antecedentes de dolor en el cuello.
Además, hay dos factores de riesgo más prominentes para cWAD, pero están relacionados con la respuesta a la lesión. Estos factores son el dolor catastrófico (que describen el dolor en términos más negativos y exagerados) y pocas expectativas de recuperación. Estos pueden atribuirse a que el paciente no comprende bien su estado. Cuando esto ocurre, es más probable que el paciente deje que su dolor se apodere de él y restrinja sus actividades. Esto puede conducir a un desacondicionamiento de los músculos del cuello (o del cuerpo en general), lo que puede ralentizar el proceso de recuperación.
Para tener la mejor oportunidad de una recuperación completa, los quiroprácticos brindan terapias manuales como manipulación de la articulación de la columna y de las extremidades (empuje de alta velocidad), movilización (sin empuje de baja velocidad), tracción manual, masaje, estiramiento asistido, métodos de reentrenamiento neuromotor manual y una serie de terapias de tejidos blandos. El quiropráctico también puede emplear modalidades como estimulación eléctrica, ultrasonido, campo electromagnético pulsado, láser de clase IIIb o IV, y más. También se alienta a los pacientes a permanecer activos para ayudarlos a sentirse más en control de su recuperación y para evitar que los músculos del cuello pierdan su condición física.
Si bien las pautas de tratamiento recomiendan el enfoque multimodal utilizado por los médicos quiroprácticos como tratamiento de primera línea preferido, el quiropráctico puede co-administrar al paciente con proveedores de atención médica aliados, como un médico, fisioterapeuta, un acupunturista o un psicólogo para abordar aspectos que quedan fuera de su ámbito de atención tradicional.