El latigazo cervical es una lesión en los tejidos blandos del cuello, a menudo denominada esguince o distensión. Debido a que existe un conjunto único de síntomas asociados con el latigazo cervical, los médicos e investigadores comúnmente usan el término "trastornos asociados al latigazo cervical" o WAD para describir la afección.
El WAD ocurre comúnmente como resultado de un accidente automovilístico, pero también puede ser el resultado de una caída por resbalón, una lesión deportiva, una lesión personal (como un asalto) y otras causas traumáticas. Los tejidos comúnmente involucrados incluyen tendones musculares ("distensión"), ligamentos y cápsulas articulares ("esguinces"), lesiones de disco (desgarros, hernias), así como lesiones cerebrales o conmociones cerebrales, ¡incluso sin golpear la cabeza!
Los síntomas varían ampliamente, pero a menudo incluyen dolor de cuello, rigidez, sensibilidad en los músculos y tejido conjuntivo (dolor miofascial), dolor de cabeza, mareos, sensaciones como ardor, picazón, hormigueo, entumecimiento, debilidad muscular y dolor referido al omóplato y la espalda media , brazo, cabeza o cara. Si ocurre una conmoción cerebral, los síntomas adicionales incluyen problemas cognitivos, pérdida de concentración, mala memoria, ansiedad/depresión, nerviosismo/irritabilidad, alteraciones del sueño, fatiga y más.
Los trastornos asociados al latigazo cervical se pueden dividir en tres categorías: WAD I incluye síntomas sin hallazgos significativos en el examen; WAD II incluye pérdida del rango de movimiento cervical y evidencia de daño de tejidos blandos; y WAD III incluye elementos WAD II con pérdida neurológica: funciones motoras y/o sensoriales alteradas. Hay un WAD IV que incluye fractura, pero esto es menos común y a menudo se excluye.
El tratamiento para el WAD incluye todo, desde no hacer nada hasta el manejo intensivo de múltiples disciplinas: quiropráctica, atención primaria, fisioterapia, psicología clínica, manejo del dolor y servicios especializados como neurología, ortopedia y más. El objetivo del tratamiento es restaurar la función normal y la participación en las actividades, así como el manejo de los síntomas.
El pronóstico del WAD es generalmente bueno ya que muchos se recuperarán sin problemas residuales en unos días o semanas, y la mayoría de las personas se recuperarán alrededor de tres meses después de la lesión. Desafortunadamente, algunos no tienen tanta suerte y tienen dolor de cuello continuo, rigidez, dolor de cabeza y algunos desarrollan síndrome post-conmoción cerebral. Este último puede afectar la cognición, la memoria, la visión y otras funciones cerebrales. En términos generales, cuanto más alta sea la categoría del WAD, peor será el pronóstico, aunque cada caso DEBE ser manejado por sus propias características únicas. Si la lesión incluye pérdida neurológica (fuerza muscular y/o disfunción sensorial como entumecimiento, hormigueo, ardor, presión), el pronóstico suele ser peor.
La atención quiropráctica para el paciente con WAD puede incluir manipulación, movilización y ejercicios en el hogar, así como el uso de hierbas antiinflamatorias (jengibre, cúrcuma, enzimas de proteólisis (bromelina, papaína), garra del diablo, extracto de boswellia, rutina, bioflavonoide, vitamina D, coenzima Q10, etc.) y modificaciones dietéticas destinadas a reducir la inflamación y promover la curación.